Autora: Rose Marie Menacho
Decidí estudiar biología porque pienso que vivimos en un mundo complejo y maravilloso y me pareció una lástima pasar por él sin conocerlo un poco. También influyeron mi amor por la naturaleza, pues me siento muy bien en espacios como el bosque, montaña y ríos. Mis primeros años en la carrera de biología en la Universidad de Costa Rica requirieron tanto de constancia como paciencia, pues los primeros cursos no fueron fáciles para mí. Después llegaron cursos que disfruté mucho, como comportamiento animal, ecología, evolución y biología de la conservación.
Al finalizar el bachillerato en biología, me encontré con la disyuntiva de si seguir estudiando o de ponerme a trabajar. Quería hacer una maestría, pero no tenía los medios económicos para ello. Así que comencé a trabajar como guía de sala en el Museo de los Niños. Pasar todo el día en una sala no era exactamente lo que soñaba al estudiar biología, aunque no puedo negar que la oportunidad de hacer amistad con personas de otras carreras y la experiencia de interactuar con personas diversas de todos los estratos sociales, fueron gratificantes.
Pero me decidí dar el salto y, aún sin beca, ingresé a la Maestría en Manejo y Conservación de Vida Silvestre de la Universidad Nacional. Dichosamente obtuve la beca y, además, la oportunidad de conocer gente de otros países, de recorrer muchos sitios de Costa Rica y aprender no solo técnicas de investigación biológica, sino también social. Fue una época muy interesante y al finalizar, como resultado de mi investigación sobre aves acuáticas en el Río Tempisque, formulé un proyecto para dar un curso dirigido a personal turístico y jóvenes de comunidades de Ortega, Bolsón y Puerto Humo. Eso permitió poner en práctica de manera casi inmediata, las recomendaciones que había generado a partir del trabajo de investigación de maestría.
Luego, comencé a trabajar como educadora ambiental en Península de Osa. Este trabajo me gustó mucho porque pasaba tiempo en el campo y conocí a muchas personas, pero no duró mucho porque en año y medio todo el personal fue despedido por falta de fondos.
Pasé un tiempo sin empleo, pero un día, me hablaron de una oportunidad de trabajo en investigación. En esta ocasión en un proyecto de la UNA y el CATIE en Esparza. El proyecto consistía en realizar conteos de aves en distintos usos de suelo de fincas en Esparza. Este trabajo sí que implicaba trabajo de campo, exponerme a garrapatas, serpientes, toros y vacas que habitaban en las fincas. Recuerdo quitarme garrapatas diminutas que se pegaban a mi pantalón. Trabajé allí año y medio y luego me dispuse, nuevamente a buscar nuevos horizontes. Y es que me percaté que dedicarme únicamente a la investigación, no era lo mío. Me hacía falta interactuar con más personas.
Surgió la oportunidad de trabajar en el Instituto Monteverde. El trabajo y sitio son maravillosos y, tuve oportunidad de conocer a muchas personas, de realizar proyectos de educación ambiental con las escuelas de la comunidad y de integrarme a grupos de trabajo comunitario, con la Reserva de Bosque Nuboso Monteverde, la Reserva de Santa Elena, el Ministerio de Ambiente y Energía, Acueductos y Alcantarillados, entre otros. Lastimosamente, de nuevo, en poco menos de dos años, el Instituto Monteverde sufrió una crisis financiera y terminé de nuevo sin trabajo fijo.
De regreso en San José, me sentí bastante deprimida. Por suerte, un amigo me habló de la oportunidad de trabajar en la Universidad Estatal a Distancia, al menos por medio tiempo. Empecé a trabajar allí y luego, como encargada de cátedra. Este trabajo es de mucha responsabilidad y por varios años, me dediqué de lleno a la coordinación de cursos. Sin embargo, todavía sentía una espinita por investigar. Así que, en el 2012, de nuevo di un salto en mi carrera profesional, dejé mi puesto de encargada de cátedra y pasé a ser tutora, para ingresar como estudiante al Doctorado en Ciencias Naturales para el Desarrollo. Durante cerca de seis años, tuve la oportunidad de investigar el tema de la colisión de aves contra ventanas. En este tiempo, mi comité de tesis fue esencial como guía y dándome ánimos. Un doctorado requiere de muchísima perseverancia y paciencia, así como de tiempo dedicado a escribir, leer y a analizar los datos. Mi proyecto consistió en estudiar la colisión de aves contra ventanas en Costa Rica, y para ello empleé la ciencia ciudadana, que implica recabar datos en forma colaborativa y la comunicación con muchas personas, a menudo desconocidas. En el proceso muchas personas colaboraron de manera desinteresada y con un genuino interés por aportar al conocimiento sobre un problema.
Para concluir, optar por trabajar en investigación es una aventura que requiere en ocasiones, un poco de valentía y perder el miedo a enfrentar lo desconocido. Esto es en buena medida, lo que hace atractiva a la investigación. En mi caso, me movió también el interés por crecer como profesional, por aportar algo a la sociedad y a la conservación de la vida silvestre. Actualmente, sigo trabajando como docente e investigadora. Espero seguir dedicando un poco de tiempo a investigar, pero también a la docencia. Ambas son actividades de suma importancia para generar cambios positivos en nuestro país y el mundo.