Los plaguicidas y los océanos

Palabras clave: océano, plaguicidas, preservación de la naturaleza.

“En el mar la vida es más sabrosa”. Así lo proclama la conocida canción del compositor Osvaldo Farrés, afirmación que muchos convalidamos, pero, ¿realmente nuestras acciones son consecuentes con esta premisa? ¿Qué tan conscientes somos en nuestro día a día, no solo de los grandes problemas que atentan contra la estabilidad de los océanos, sino también, de cómo nuestras rutinas y costumbres los afectan? Para responder estas preguntas vamos a enfocarnos en una variable en la que, directa o indirectamente todos estamos implicados: los plaguicidas.

La celebración del Día Mundial de los Océanos, designado por las Naciones Unidas para el 8 de junio de cada año, nos invita a reflexionar en particular sobre las acciones del ser humano que van en detrimento de los océanos, hábitat que representa el 70% de la superficie de la tierra y sustento de la vida en el planeta[1]. Aunado con los desechos sólidos y otras formas de afectación, el uso de los plaguicidas en las actividades cotidianas de los seres humanos, se puede vincular con la contaminación de los océanos.

Al hablar de plaguicidas me refiero aquellas sustancias con acción biocida, es decir, aquellos productos químicos que presentan toxicidad hacia uno o varios organismos (entre otras características) y que se utilizan para erradicar especies que afectan la producción agrícola o pecuaria e incluso se usan en el ámbito doméstico. Sin embargo, la liberación de los plaguicidas al ambiente en las actividades de las personas, es el inicio de una cadena de transporte que también impacta a los océanos y a quienes los habitan.

En una publicación que data del año 1993[2] ya se señalaba que la expectativa de obtener mejores rendimientos productivos con el uso de plaguicidas, lleva a la aplicación de cantidades excesivas de estos productos, con la consecuencia de sustanciales cantidades de plaguicidas llegan a los ríos y por lo tanto, al mar. De acuerdo con un estudio[3] publicado por la Unión Europea en enero del 2021, se indica que el papel percibido en la reducción de la incertidumbre de las cosechas significa que la escala en la que se utilizan los plaguicidas se está expandiendo rápidamente y que tanto los grandes productores como los pequeños agricultores compran plaguicidas. Además este estudio cita resultados de investigaciones que determinan que actualmente se utilizan alrededor de dos millones de toneladas de plaguicidas por año como base global, la mayoría de los cuales son herbicidas (50%), seguidos de insecticidas (30%), fungicidas (18%) y otros tipos como raticidas y nematicidas y afirma que el la mayoría de los casos el desarrollo general y la industrialización de las prácticas agrícolas, es lo que explica la evolución del mercado de los plaguicidas. De acuerdo con la cita de la UNICEF[4], la demanda se está incrementando en muchos países en desarrollo, los cuales en conjunto suman un cuarto del uso global de plaguicidas.

Según una de las publicaciones del grupo activista europeo SurfRider 2020[5],  el uso de plaguicidas ha aumentado en un 25% en la última década y tiene un impacto directo en la calidad del agua.  Este mismo artículo señala que los plaguicidas están poniendo en riesgo la calidad ambiental de los océanos y la salud en general porque una vez que se asperjan sobre la tierra, las moléculas de agua a través de la lluvia, la escorrentía o los flujos de agua subterránea, actúan como vehículos que recogen y transportan sustancias químicas, desde la tierra, al ciclo del agua y finalmente al océano.  Los residuos se transportan a través de corrientes de agua provenientes de la tierra y estos arroyos han sido contaminados por la escorrentía de plaguicidas.  Además, genera preocupación la afirmación en este mismo artículo de que la interconectividad del ciclo del agua significa que incluso la contaminación a nivel molecular puede tener un impacto amplificado en el océano.

Comparativamente no hay mucha información sobre la presencia de plaguicidas en el océano, sin embargo, en el año 2012 el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) publicó el informe final del proyecto REPCar[6]: “Mejorando el Manejo de Plaguicidas Agrícolas en Colombia, Costa Rica y Nicaragua; Experiencias del Proyecto GEF (Global Environment Found): Reduciendo el Escurrimiento de Plaguicidas al Mar Caribe”.  El proyecto GEF-REPCar se fundamentó en la necesidad de reducir la acelerada degradación de los ecosistemas costeros y marinos del Caribe Suroccidental, señalando el elevado consumo de plaguicidas y otros agroquímicos, ligado a los sistemas intensivos de producción agrícola utilizados, como fuentes de contaminación que amenazan a los ecosistemas estudiados. De este trabajo se desprendieron conclusiones como que la presencia de residuos de plaguicidas en múltiples puntos, a lo largo de la zona costera, evidenció un escurrimiento desde el campo agrícola a los ecosistemas marinos, siendo este resultado una alerta para la toma de acciones.

En Costa Rica ha enfrentado la problemática de la contaminación con plaguicidas en aguas subterráneas del territorio nacional, tal es el caso de la confirmada y conocida presencia de plaguicidas en algunas fuentes de agua en cantones de la Zona del Caribe y Zona Norte del país, entre los años 2009 y 2015 respectivamente. Esta situación se adiciona a las evidencias de que no somos ajenos al aporte global de plaguicidas a los océanos.

Por tanto, la llamada a la protección de los océanos es una alerta más que apela a nuestra consciencia para no vacilar en la toma de acciones de contrapeso. Es verdad que quizá no todos tenemos una investidura suficiente para aspirar a acciones que conlleven impactos directos en esta problemática, pero, como dice la sabiduría popular “una gota de agua en una piedra, hace hueco”. Así que, por muy modestos que sean nuestros aportes, todo cuenta y más aún, si cada vez somos más los que actuamos. En el caso de la contaminación con plaguicidas, al menos, como ciudadanos podemos propiciar las alternativas de producción sin plaguicidas o con uso reducido de estos, tendencia que, por cierto, me da la impresión de que se va poniendo en boga a nivel internacional.

En nuestras familias y localidades debemos fomentar iniciativas como huertos caseros y hábitos de consumo responsables. Por ejemplo, muchas veces somos compradores exigentes en cuanto a la apariencia de las frutas y verduras que consumimos, sin advertir que posiblemente esa perfección que acostumbramos buscar, podría estar asociada al uso excesivo de plaguicidas y otros agroquímicos.

Así mismo, podemos esforzarnos en buscar soluciones más integrales y sostenibles ante los efectos que pueden generarnos los organismos a nuestro alrededor. Debemos usar nuestro raciocinio para lograr una supervivencia con el menor impacto al entorno y a las especies que conviven con nosotros.

Pequeños cambios en nuestra vida cotidiana y en nuestros hábitos de consumo aunado a la expectativa de un efecto multiplicador, pueden inducir a mejoras significativas en cuanto al uso de contaminantes y sus efectos en el ambiente. En particular, si logramos reducir las concentraciones de plaguicidas que desembocan en los océanos, quizá podremos nosotros y las generaciones futuras seguir cantando con regocijo y sin remordimiento alguno: “en el mar la vida es más sabrosa”.

Artículo de opinión

Biól. M.Sc. Licidia María Rojas Rojas

Número de colegiada: 1132

licidia.rojas@gmail.com


[1] Naciones Unidas. Dia mundial de los Océanos 8 de junio. https://www.un.org/es/observances/oceans-day

[2] Carvhalo F. y R. Hance. 1993. Pesticides in tropical marine environments: Assessing their fate. IAEA Bolletin 2/1993.

[3] Unión Europea. 2021. The use of pesticides in developing countries and their impact on health and the right to food. EP/EXPO/DEVE/FWC/2019-01/LOT3/R/06

[4] UNICEF, 2018. United Nations Children’s Fund (UNICEF), Understanding the Impacts of Pesticides on Children: A discussion paper, 2018.

[5] SurfRider 2020. Fundation Europe. Chemical Pollution of the Ocean: Pesticide Isue. https://surfrider.eu/en/learn/news/chemical-pollution-of-the-ocean-the-pesticide-issue-121131209634.html

[6] PNUMA. 2012. Informe final del Proyecto REPCar, Reduciendo el Escurrimiento de Plaguicidas al Mar Caribe. UNEP(DEPI)/CAR WG.32/INF 11. https://wedocs.unep.org/bitstream/handle/20.500.11822/31905/WG.33-INF.11-es.pdf?sequence=2&isAllowed=y